Los emojis, esos pequeños símbolos que pueblan chats y correos electrónicos, pueden ser trampas ocultas en la comunicación profesional. Así lo advierte Unnur Magnúsdóttir, consultora islandesa de Dale Carnegie, quien los compara con "granadas sociales" por su potencial para detonar malentendidos. En sus talleres, enseña a navegar el ambiguo mundo de los pictogramas digitales, donde hasta un plátano 🍌 o un melocotón 🍑 podrían esconder dobles sentidos.
De la inocencia a la insinuación: los riesgos ocultos
Magnúsdóttir alerta: ciertos emojis de alimentos, aparentemente triviales, tienen connotaciones sexuales arraigadas en la cultura digital. "Lo que para unos es un simple durazno, para otros puede ser una provocación", explica. Pero el peligro no termina ahí. Hasta el clásico smiley 😊 varía su mensaje según el diseño: una sonrisa demasiado tensa o ojos entrecerrados pueden leerse como sarcasmo o incomodidad.
Brecha generacional: el pulgar arriba no es universal
Mientras generaciones mayores interpretan el 👍 como aprobación, jóvenes lo ven como un gesto pasivo-agresivo o incluso hostil. "Es un choque cultural silencioso", señala la experta. Un experimento de la emisora RÚV lo confirmó: al mostrar el mismo emoji a peatones, las respuestas oscilaron entre "alegría" y "irritación".
Claves para sobrevivir al campo minado emoji
- Contexto ante todo: Evitar símbolos ambiguos en conversaciones formales.
- Conocer a la audiencia: Adaptar el uso según la edad y cultura del receptor.
- Menos es más: En caso de duda, optar por la claridad textual.
¿Hacia un protocolo emoji corporativo?
Empresas como Slack ya tienen guías internas sobre emojis permitidos. Magnúsdóttir sugiere que las organizaciones adopten políticas similares: "No se trata de prohibir, sino de educar. Un emoji mal usado puede costar una relación laboral". En la era del teletrabajo, donde el lenguaje no verbal es digital, dominar este código ya no es opcional: es supervivencia profesional.