Harvey Weinstein, el otrora magnate todopoderoso de Hollywood, volverá a escuchar este martes la lectura de una sentencia que podría marcar definitivamente su futuro. El productor, responsable de éxitos como Shakespeare in Love y Pulp Fiction, fue hallado culpable de agredir sexualmente en 2006 a Miriam Haley, exasistente de producción, en un caso que revive los fantasmas de su poder y su caída.
Weinstein ya había sido condenado hace cinco años por este mismo cargo en Nueva York, aunque el fallo fue anulado en 2023 por un error procesal. Ahora, se expone a una pena máxima de 25 años de cárcel, de los cuales seis ya cumplidos podrían descontarse.
Un juicio turbulento
El proceso se extendió durante seis semanas y estuvo cargado de tensiones: testificaron unas treinta personas, se exhibieron correos electrónicos y fotografías que involucraban nombres tan diversos como Bill y Hillary Clinton, la reina Isabel II o Gwyneth Paltrow.
El veredicto, emitido el pasado 11 de junio, fue fruto de arduas deliberaciones de un jurado dividido —esta vez con mayoría femenina (7-5)— que declaró a Weinstein culpable en el caso Haley, pero lo absolvió de otra acusación presentada por la modelo polaca Kaja Sokola, quien aseguró haber sido forzada cuando tenía 16 años.
Las tensiones dentro del jurado fueron tan graves que su presidente denunció amenazas físicas por parte de otro miembro, lo que llevó al juez Curtis Farber a declarar nulo el proceso paralelo por violación en tercer grado, que correspondía a la denuncia de la actriz Jessica Mann. La Fiscalía ya ha anunciado que buscará reabrir este caso antes de fin de año.
Defensa y apelación
Arthur Aidala, abogado de Weinstein, adelantó que apelará el veredicto alegando que se trató de “un juicio injusto” y que algunos jurados habrían ejercido presión indebida sobre otros miembros.
El productor, condenado además en Los Ángeles a 16 años de cárcel en 2023, insiste en que todas sus relaciones fueron consensuadas y que las denunciantes se acercaban a él en busca de oportunidades profesionales. Las víctimas, por su parte, sostienen que el desequilibrio de poder hacía imposible rechazar sus avances sin poner en riesgo sus carreras.
De símbolo del poder a detonante del #MeToo
El caso de Weinstein fue el punto de ignición del movimiento #MeToo en 2017, que visibilizó los abusos de poder y acoso en la industria del entretenimiento a escala global. En 2020, las protestas a las puertas del tribunal neoyorquino simbolizaron esa indignación colectiva. Sin embargo, cinco años después, la efervescencia del movimiento parece haberse enfriado, y el eco mediático en torno al nuevo juicio resulta mucho más tenue.
Lo que permanece inalterable es la magnitud del colapso de Weinstein: de coleccionar 68 premios Óscar con Miramax a enfrentar cadenas perpetuas de procesos judiciales que lo sitúan hoy como uno de los hombres más infames de Hollywood.