La falta de sueño incide negativamente en la salud física y mental. Según la Fundación del Sueño de Estados Unidos, casi un tercio de los adultos no alcanza las 7 a 9 horas diarias recomendadas. El doctor Daniel Pérez Chada, presidente de la Fundación Argentina del Sueño, advierte que la privación crónica eleva el riesgo de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, debilidad inmunológica, obesidad y diabetes tipo 2.
Una investigación del Instituto de Neurociencia y Medicina Jülich (Alemania), publicada en JAMA Psychiatry, analizó 231 estudios comparando personas con trastornos del sueño y sujetos descansados. Los resultados indican que cada tipo de alteración —insomnio, apnea, narcolepsia o privación puntual— activa zonas cerebrales distintas. Masoud Tahmasian, coordinador del estudio, subraya que estos problemas son un factor de riesgo modificable clave para enfermedades mentales en todas las edades.
En trastornos crónicos, se observan alteraciones en la amígdala derecha, el hipocampo y la corteza cingulada anterior, áreas vinculadas a memoria, emociones y toma de decisiones. Esto explica síntomas como agotamiento, fallos de memoria e irritabilidad, detalló Gerion Reimann, coautor del trabajo. En cambio, la privación aguda afecta el tálamo derecho, relacionado con la atención, percepción del dolor y regulación térmica, asociado a lentitud y sensación de frío.
Reimann destacó que no hay superposición entre las zonas afectadas en ambos casos, lo que facilitará estudios futuros sobre redes cerebrales específicas. Tahmasian resaltó la necesidad de abordar estos trastornos desde un enfoque transdiagnóstico para diseñar terapias más eficaces, como la terapia cognitivo-conductual o dispositivos CPAP, frente a tratamientos farmacológicos.
Los expertos coinciden en que comprender las regiones cerebrales involucradas permitirá desarrollar intervenciones precisas y reforzar la prevención, reafirmando al sueño como pilar esencial de la salud integral.