El Salvador dio un paso atrás en su revolucionario experimento con el bitcoin este martes, al eliminar la obligatoriedad de su uso comercial, pero sin abandonar del todo su apuesta por las criptomonedas. La reforma, impulsada por el presidente Nayib Bukele y aprobada por el Congreso, cumple con una exigencia clave del Fondo Monetario Internacional (FMI) para acceder a un préstamo de 1,400 millones de dólares que busca aliviar la presión financiera del país.
Aunque las empresas ya no tendrán que aceptar pagos en bitcoin —y los impuestos solo podrán pagarse en dólares—, la criptomoneda conservará su estatus de moneda de curso legal. El gobierno mantiene intacta su reserva de 6,049 bitcoins (valorados en unos 633 millones de dólares), que acumula desde 2021 con ganancias no realizadas del 127%. De hecho, en enero compró 12 unidades adicionales, confirmando que la estrategia de acumulación sigue viva.
El ajuste refleja un equilibrio entre el pragmatismo económico y la ambición innovadora. Por un lado, el FMI celebra el gesto como una señal de estabilidad tras años de tensiones por la deuda y la volatilidad del experimento cripto. Por otro, Bukele insiste en no renunciar a proyectos emblemáticos como Volcano Energy —que usa energía geotérmica de volcanes para minar bitcoin— o los Volcano Bonds, bonos respaldados por la criptomoneda. Incluso atrajo a Tether Group, gigante de las stablecoins, que trasladará sus operaciones al país.
La decisión no borra los avances logrados: más de 200 cajeros automáticos de bitcoin siguen operando, y el ecosistema financiero híbrido —dólares y cripto— se mantiene. Pero el mensaje es claro: El Salvador prioriza el rescate financiero sin dejar de posicionarse como un laboratorio de innovación en Centroamérica. Mientras países como Estados Unidos o Australia integran criptoactivos bajo marcos regulatorios estrictos, la nación de Bukele navega entre concesiones y audacia, demostrando que incluso los experimentos más audaces pueden adaptarse sin desaparecer.
El presidente, hábil en transformar retiradas tácticas en relatos de resiliencia, insiste en que esto no es un adiós al bitcoin, sino un "reequilibrio". La pregunta ahora es si esta jugada logrará calmar a los mercados sin apagar la llama de la revolución cripto que lo hizo famoso. Por ahora, el bitcoin sigue ahí —menos visible en las calles, pero muy presente en las cuentas del Estado.