Donald Trump dio este sábado el mayor giro en meses al conflicto en Gaza: pidió a Israel detener de inmediato los bombardeos tras la aceptación formal de Hamás a su plan de paz, que incluye la liberación de todos los rehenes y el inicio de un proceso de reconstrucción en el enclave bajo una administración tecnócrata.
“Basándome en la declaración que acaba de emitir Hamás, creo que están listos para una paz duradera”, escribió el presidente en su red Truth, donde añadió que los detalles “ya se están negociando”. Poco después, la Casa Blanca publicó un video en el que Trump prometió que “todos recibirán un trato justo” y destacó el apoyo de mediadores clave como Catar, Turquía, Arabia Saudí, Egipto y Jordania.
Desde Jerusalén, la oficina del primer ministro Benjamín Netanyahu confirmó que Israel aplicará de inmediato la primera fase del plan, subrayando que las condiciones “coinciden con la visión del presidente Trump”. El comunicado aseguró que el acuerdo permitirá no solo el retorno de los rehenes —vivos y fallecidos— sino también un marco para “poner fin a la guerra de acuerdo con los principios de seguridad de Israel”.
El anuncio provocó reacciones inmediatas en la escena internacional. António Guterres, secretario general de la ONU, se declaró “alentado” y urgió a las partes a no dejar pasar la oportunidad. Emmanuel Macron celebró que “la liberación de los rehenes y un alto el fuego están al alcance”, mientras que el primer ministro británico, Keir Starmer, describió la respuesta de Hamás como “un paso significativo hacia la paz”.
Con estas señales, el tablero de Oriente Medio entra en una fase inesperada: Israel y Hamás, enfrentados desde hace meses en una guerra devastadora, parecen encaminarse hacia una tregua bajo el paraguas de Washington y con la presión internacional como telón de fondo.