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Beirut despide a Nasralá

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Gente reunida para el funeral de los fallecidos líderes de Hezbollah Hassan Nasrallah y Hashem Safieddine en el Estadio Sports City de Beirut, Líbano, el domingo 23 de febrero de 2025. (AP Foto/Hassan Ammar)

Más de 100.000 personas colmaron este domingo el estadio de fútbol de la capital libanesa para despedir a Hasan Nasralá, líder histórico de Hezbolá, asesinado el 27 de septiembre en un bombardeo israelí. Bajo gritos de “¡Labeika Nasralá!” (A tus órdenes, Nasralá), la milicia chií cerró un capítulo de tres décadas con un mensaje de fortaleza: pese al vacío de su carismático líder, su estructura política y militar sigue intacta.

Un funeral épico, un mensaje de poder

La ceremonia, preparada meticulosamente durante semanas, no solo honró a Nasralá y a su sucesor asesinado, Hashem Safieddine, sino que exhibió la capacidad movilizadora de Hezbolá. Miles llegaron del sur chií, de Irak e Irán, mientras aviones israelíes sobrevolaban el estadio en señal de advertencia, recibidos con consignas de “¡Muerte a Israel!”. “El Sayyed [señor] era nuestro padre espiritual y el símbolo de la resistencia”, afirma Sara Badawi, de 19 años, quien viajó desde Tiro.

Legado dual: ¿héroe o amenaza?

Nasralá transformó a Hezbolá de una milicia local en un actor regional con ramificaciones en Siria, Irak y Yemen, financiado por Irán y catalogado como terrorista por Occidente. Sus seguidores lo veneran como mártir; sus críticos lo acusan de hundir al Líbano en guerras por intereses ajenos. “Hezbolá nos arrastró a conflictos para servir a Teherán”, denuncia Rana, abogada chií de 38 años.

Heridas abiertas y resiliencia

Entre la multitud, Sarah, de nueve años, sostenía la foto de su tío, miliciano caído. Su padre, herido en un ataque israelí que dejó 3.000 bajas en septiembre, perdió un ojo y dos dedos. “Seguiremos hasta el final”, insiste Shirin Hijazi, su madre, mientras las calles del sur de Beirut se tapizan de consignas de lealtad.

El desafío del relevo

Naim Qasem, nuevo secretario general, sorprendió con un discurso de “unidad nacional” y cooperación con el Ejército libanés, un guiño a las críticas internas por el costo de la guerra. Sin embargo, la ausencia del presidente Michel Aoun y del primer ministro Nawaf Salam en el funeral refleja la fractura política en un país al borde del colapso económico.

Simbolismo y sombras

Los féretros, cubiertos con turbantes negros —símbolo de linaje profético—, fueron llevados a un mausoleo cerca del aeropuerto, escoltados por milicianos con banderas del Kaláshnikov, emblema del grupo. Mientras, Nabih Berri, portavoz parlamentario chií, representó a un gobierno ausente, y las calles se mezclaron con banderas palestinas, iraníes y eslóganes antiisraelíes.

¿Hacia dónde va Hezbolá?

La milicia, debilitada militarmente por los ataques israelíes y cuestionada por su manejo de la crisis libanesa, enfrenta su prueba más dura: mantener su influencia sin Nasralá. Su alianza con Irán y su rol en la región siguen siendo pilares, pero el Líbano exige respuestas a la inflación, la corrupción y la reconstrucción.