Diez de los doce implicados en el robo de 2016 a Kim Kardashian, durante el cual le sustrajeron joyas valoradas en 10 millones de dólares en un hotel de París, comparecieron este lunes en el Tribunal de lo Criminal de la capital francesa. La mayoría negó su participación o minimizó su rol, excepto cuando las pruebas resultaron irrefutables. Aomar Ait Khedache, señalado como el cerebro de la operación, asistió con graves problemas de movilidad y audición, comunicándose por escrito para rechazar las acusaciones. Sin embargo, su ADN fue hallado en el esparadrapo que amordazó a Kardashian, y el recepcionista lo identificó como uno de los dos hombres que subieron a su suite. Pese a admitir ante investigadores que participó en el robo, ahora niega haberlo organizado.
Marc-Alexandre Boyer, otro acusado, rechazó toda responsabilidad, aunque reconoció que la pistola utilizada pertenecía a su padre, también imputado. Yunice Abbas, cuya presencia en el hotel quedó demostrada por su ADN en las bridas que inmovilizaron al guardia, admitió su participación pero disputó los cargos de secuestro, revelando que recibió 60,000 euros de Harmin Ait Khedache, hijo de Aomar, por su colaboración. Harmin, acusado de transportar a los ladrones, alega desconocer sus planes, aunque investigadores lo vinculan a líneas telefónicas usadas durante el robo.
El 3 de octubre de 2016, durante la Semana de la Moda, cinco hombres irrumpieron en la suite de Kardashian. Dos de ellos, armados, le exigieron el anillo de bodas de 4 millones de dólares que Kanye West le regaló, la ataron en la bañera y huyeron con joyas valoradas en 10 millones. La red de complicidad incluye a Christiane Glotin, expareja de Aomar, acusada de conectar a los ladrones con Gary Madar —hermano del dueño de una empresa de transporte usada por Kardashian— y Florus Heroui, dueño de un bar de famosos, quienes habrían proporcionado información sobre sus movimientos.
Las estrategias de defensa se centran en explotar fisuras legales: Abbas niega el secuestro pese a admitir su presencia, Aomar evade responsabilidades alegando limitaciones físicas, y Harmin desconoce el plan pese a evidencias de comunicación. El juicio, previsto para cuatro semanas, expone cómo el grupo combinó violencia, logística y redes de información para ejecutar uno de los robos más mediáticos de la década, mientras las defensas intentan desvincularse de los cargos más graves.