Un nuevo estudio publicado en JAMA Internal Medicine pone en cuestión la narrativa de una “epidemia” de cáncer en adultos jóvenes. Aunque en la última década los diagnósticos en menores de 50 años han aumentado de forma llamativa, los investigadores concluyen que buena parte de ese incremento se debe al sobrediagnóstico —es decir, a la detección de tumores que quizá nunca hubieran causado problemas clínicos— y no a un alza real de casos mortales.
El análisis revisó los ocho tipos de cáncer cuya incidencia crecía más rápidamente entre 1992 y 2019 —incluidos tiroides, riñón, intestino delgado, páncreas, endometrio y colorrectal—. El hallazgo central: mientras los diagnósticos prácticamente se duplicaron, las tasas de mortalidad se mantuvieron estables, lo que sugiere que la tecnología de detección y la expansión de programas de cribado están identificando tumores de bajo riesgo en personas jóvenes.
Los investigadores destacan ejemplos claros: en cáncer de tiroides y de riñón, los diagnósticos han crecido de forma abrupta sin que ello se traduzca en más muertes. Algo similar ocurre con tumores de mama en estadios tempranos, donde la mortalidad se ha reducido a la mitad en tres décadas gracias a tratamientos más eficaces, no porque haya más casos graves.
Las excepciones son los cánceres colorrectal y de endometrio, que sí muestran un ligero pero constante aumento de muertes en menores de 50 años. En estos casos, el repunte se asocia a factores de riesgo como la obesidad, los hábitos alimentarios y la reducción de cirugías preventivas como la histerectomía.
El equipo de JAMA advierte sobre el riesgo de sobrediagnóstico: etiquetar el cáncer de aparición temprana como una epidemia puede llevar a intervenciones innecesarias y a un impacto emocional y económico elevado en pacientes jóvenes, sometidos a tratamientos invasivos para tumores que tal vez nunca hubieran comprometido su salud.