Si tu mejor amigo sube de peso, ¿tú también podrías hacerlo? Un polémico estudio publicado en el New England Journal of Medicine sugiere que la obesidad podría propagarse como un virus social. Tras analizar a 12,000 adultos durante 32 años (1971-2003), los investigadores Nicholas Christakis y James H. Fowler descubrieron que el aumento de peso no solo depende de la dieta o los genes: también de las personas que nos rodean.
Los científicos mapearon redes sociales usando puntos (personas) y líneas (relaciones). Al observar cómo estos puntos "crecían" (engordaban), notaron un patrón: cuando alguien aumentaba de peso, sus amigos cercanos tenían un 57% más de probabilidad de seguir el mismo camino. La razón, según el estudio, es la normalización: si tu círculo acepta la obesidad como algo común, es más probable que tú también lo hagas.
"La influencia social es tan potente que incluso supera la distancia geográfica. Un amigo en otra ciudad puede afectar más tu peso que un vecino con quien no tienes confianza", explica Fowler. El efecto es mayor en relaciones del mismo sexo: las mujeres, por ejemplo, se influyen más entre sí que con amigos hombres.
La trampa de la normalización
El fenómeno no se limita a compartir hábitos como comer pizza o evitar el gimnasio. Según Christakis, se trata de un cambio en la percepción: "Si todos a tu alrededor aumentan de talla, tu idea de lo ‘normal’ se expande. Dejas de ver la obesidad como un problema". Esto explicaría por qué grupos de amigos desarrollan patrones similares de peso con los años, incluso sin vivir cerca.
¿Una cura social para la epidemia?
La mala noticia es que este "contagio" podría alimentar la crisis global de obesidad. La buena: los mismos lazos sociales que la propagan podrían frenarla. Programas antitabaco o de pérdida de peso que usan apoyo entre pares —como grupos de entrenamiento con amigos— tienen un 40% más de éxito, según los autores. "Si las redes sociales pueden transmitir hábitos dañinos, también pueden difundir salud", afirma Christakis.
Pero el estudio no exonera a otros factores. La genética, la alimentación y el sedentarismo siguen siendo clave. La diferencia es que, ahora, la ciencia señala también a nuestras amistades como un elemento a considerar. Después de todo, como concluye Fowler: "Nadie engorda (o adelgaza) solo".