El devastador terremoto que sacudió el este de Afganistán el pasado 31 de agosto no solo dejó más de 2,200 muertos y 3,600 heridos, sino que ha desencadenado una crisis silenciosa: el colapso de la salud mental entre los supervivientes y el personal sanitario que los atiende.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió este lunes que el sismo ha generado una “segunda herida” marcada por duelo, ansiedad e incertidumbre, especialmente entre las familias que lo perdieron todo y los niños aterrorizados por las continuas réplicas. La ONG Save the Children estima que más de 260,000 menores se han visto afectados, y al menos 280 quedaron huérfanos.
El impacto psicológico no se limita a la población civil. Por primera vez, la OMS expresó su preocupación por el agotamiento emocional de los trabajadores sanitarios, muchos de los cuales atienden sin descanso a las víctimas a pesar de haber sufrido pérdidas personales.
Para dar respuesta, la OMS ha desplegado equipos móviles de apoyo psicosocial (MHPSS) en las provincias de Kunar y Nangarhar, donde ya se han realizado cerca de 500 consultas y derivaciones. La estrategia incluye la provisión de “primeros auxilios psicológicos” y la reactivación de personal comunitario capacitado en salud mental.
Los expertos advierten que se necesitará ayuda a largo plazo, ya que “el miedo y el duelo no desaparecerán cuando se retiren los escombros”.
La catástrofe, considerada el terremoto más mortífero en casi tres décadas en Afganistán, golpea a un país ya debilitado por la falta de fondos y una crisis humanitaria que afectaba a casi la mitad de la población antes del desastre.