Miles de mujeres con alto riesgo genético de cáncer de ovario pueden ahora acceder al test ROCA (Risk of Ovarian Cancer Algorithm), un análisis de sangre que permite vigilar la enfermedad y retrasar la cirugía preventiva que provoca menopausia temprana y pérdida definitiva de la fertilidad.
El procedimiento, recientemente incorporado al Servicio Nacional de Salud (NHS) británico tras un exitoso ensayo clínico, representa una alternativa temporal al bisturí para mujeres portadoras de mutaciones BRCA1 o BRCA2 que no se sienten preparadas para la cirugía profiláctica.
Historia de una decisión pospuesta
Natasha Wray, de 36 años, conoció esta opción tras superar un cáncer y enfrentar la posibilidad de una nueva enfermedad. "Me negué en redondo a la cirugía preventiva. No quería pasar por una menopausia quirúrgica a mitad de la treintana y deseaba conservar mi fertilidad", relata.
El test ROCA, que detecta proteínas, biomarcadores y alteraciones genéticas asociadas al cáncer de ovario, le permitió retrasar la operación lo suficiente para dar a luz a su hijo. "La prueba me tranquilizó lo suficiente como para sentirme segura", recuerda Wray, quien finalmente se sometió a la cirugía años después, cuando su hijo tenía tres años.
Un respiro temporal, no una alternativa definitiva
El ginecólogo Adam Rosenthal del University College London Hospital explica que el test "se ha diseñado como una opción de limitación de daños para mujeres que no están preparadas para la intervención debido a sus efectos potencialmente devastadores".
Sin embargo, advierte que "no debe considerarse una alternativa a la operación, porque en algún momento habrá que extirpar las trompas y los ovarios". El especialista detalla que las pacientes responden de manera diversa: algunas optan por la cirugía tras resultados anómalos, mientras otras prefieren esperar a la menopausia natural.
Implementación en el sistema público de salud
La incorporación del test ROCA al NHS britático permitirá que miles de mujeres con riesgo elevado accedan gratuitamente a este seguimiento, que debe realizarse cada cuatro meses para detectar cambios tempranos.
Esta innovación llega en un contexto donde Europa registra las tasas más altas de incidencia y mortalidad por cáncer de ovario del mundo, con aproximadamente 68,000 nuevos casos reportados en 2020 según organismos internacionales de salud.