Las enfermedades más comunes entre los viajeros incluyen desde dolencias leves hasta patologías potencialmente graves. Entre ellas, la diarrea encabeza la lista, con una incidencia que oscila entre el 10% y el 70%, generalmente causada por la bacteria Escherichia coli enterotoxigénica (ETEC). Según explica el doctor Barbolla, suele aparecer durante la primera semana de viaje en países con hábitos sanitarios deficientes, a menudo por contacto con agua o alimentos contaminados, y es más frecuente en el sudeste asiático y en climas cálidos y húmedos.
La fiebre, por su parte, constituye uno de los principales motivos de consulta y hospitalización. Puede presentarse durante el viaje o hasta dos semanas después del regreso, y su diagnóstico abarca desde infecciones comunes hasta enfermedades tropicales graves. En esta categoría se incluyen afecciones como el dengue, la malaria y la rickettsiosis, muchas de ellas transmitidas por insectos.
La malaria, provocada por parásitos del género Plasmodium y transmitida por la picadura del mosquito Anopheles, es una de las más peligrosas. “Todo viajero que haya estado en zona endémica y presente fiebre sin causa clara en las semanas posteriores debe ser evaluado de forma urgente”, advierte Barbolla.
El especialista subraya que la mayoría de estos problemas se originan por el consumo de alimentos y bebidas contaminadas o por arbovirosis —enfermedades víricas transmitidas por mosquitos o garrapatas—, siendo el dengue la más común.
Planificación y prevención: la clave para viajar seguro
Para reducir riesgos, Barbolla recomienda planificar el viaje con suficiente antelación: consultar a un médico entre cuatro y seis semanas antes de la salida, contratar un seguro médico internacional, y preparar un botiquín básico que incluya analgésicos, repelente, desinfectante, antibióticos, sales de rehidratación oral y medicación personal. También aconseja actualizar las vacunas y, en destinos de riesgo, seguir la quimioprofilaxis indicada para prevenir la malaria.
Durante el viaje, las medidas preventivas pasan por extremar la higiene, evitar alimentos crudos o mal cocinados, consumir solo agua segura o envasada, y tener cuidado con productos lácteos y salsas. Igualmente, sugiere evitar el contacto con animales, no bañarse en aguas dulces estancadas, usar calzado cerrado y protegerse contra las picaduras de insectos mediante ropa adecuada, mosquiteras y repelentes.
Otro punto de alerta es la prevención de infecciones de transmisión sexual, cuya incidencia —advierte— está en aumento.
En definitiva, Barbolla insiste en la importancia de la consulta previa con un especialista en medicina del viajero, para evaluar el historial médico, los riesgos del destino y las actividades previstas. “La prevención es la mejor herramienta para garantizar que el viaje sea una experiencia segura”, concluye.