El Papa Francisco permanece hospitalizado en el Gemelli de Roma en estado crítico, tras nueve días lidiando con una neumonía bilateral vinculada a bronquitis y una insuficiencia renal leve, según informó este lunes el Vaticano. Aunque tuvo una noche estable, los médicos advierten que no está fuera de peligro debido a una infección polimicrobiana resistente, que ha requerido transfusiones de sangre, oxígeno de alto flujo y vigilancia intensiva.
Un cuadro complejo
El sábado, el pontífice sufrió una crisis asmática aguda que derivó en anemia y trombocitopenia(déficit de plaquetas), lo que obligó a nuevas transfusiones. “Su sistema inmunológico está bajo presión extrema”, explicó un portavoz del hospital, subrayando que la combinación de afecciones respiratorias, renales e infecciosas complica su recuperación.
Preocupación global y resiliencia
Desde su ingreso, Francisco ha mostrado gratitud hacia el equipo médico y ha pedido oraciones a los fieles, quienes se congregaron en la Plaza de San Pedro para apoyarlo. A sus 86 años, su historial de salud —incluida una cirugía de colon en 2021— aumenta los riesgos, aunque el Vaticano insiste en que mantiene “lucidez y serenidad”.
¿Dimisión en el aire?
Aunque se especula sobre una posible renuncia —un tema tabú tras la histórica decisión de Benedicto XVI en 2013—, la Santa Sede no ha confirmado tal escenario. Fuentes cercanas señalan que el Papa prefiere enfocarse en su recuperación y seguirá internado al menos hasta fin de semana. Después, si evoluciona favorablemente, continuaría el tratamiento en su residencia de Santa Marta.
Un desafío para la Iglesia
La situación reaviva debates sobre la transparencia del Vaticano en temas de salud y la necesidad de un protocolo claro ante incapacidades prolongadas. Mientras, cardenales y diplomáticos observan con cautela, conscientes de que cualquier vacío de liderazgo podría afectar decisiones cruciales para los 1.300 millones de católicos.