La ofensiva militar marítima impulsada por el Gobierno de Donald Trump en las costas de Sudamérica ha dejado ya un saldo de al menos 43 personas muertas tras una serie de operaciones caracterizadas por su opacidad y la falta de rendición de cuentas. El último ataque, anunciado este jueves por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, contra una embarcación en el Caribe, eleva a ocho las operaciones en este mar y a dos en el Pacífico sudamericano en solo una semana.
En un mensaje publicado en la red social X, Hegseth justificó el ataque afirmando que el buque targetado estaba "operado por una organización terrorista designada" –en referencia al Tren de Aragua– y que transitaba "por una ruta conocida de narcotráfico". Sin embargo, la Administración Trump no ha proporcionado pruebas públicas que sustenten estas acusaciones ni ha identificado a las víctimas, cuyas embarcaciones han sido atacadas, en todos los casos, en aguas internacionales.
Opacidad y ausencia de procesos judiciales
La campaña, que ha intensificado drásticamente la presencia militar estadounidense en la región, se ha desarrollado bajo un manto de secretismo. Se desconoce la ubicación exacta de los bombardeos, la identidad de los tripulantes de los barcos atacados o los cargos específicos que justificarían el uso de fuerza letal.
Además, la Administración Trump ha eludido sistemáticamente el procesamiento judicial de los supervivientes. Dos de ellos, interceptados previamente por la Armada estadounidense, fueron devueltos a sus países de origen, Ecuador y Colombia, sin ser sometidos a juicio en Estados Unidos. Las autoridades ecuatorianas, bajo el gobierno de Daniel Noboa, liberaron a su ciudadano ante la falta de pruebas sobre sus presuntas actividades ilegales.
Reacciones iracundas en la región: "No a la guerra"
La ofensiva ha desatado una ola de críticas y tensiones diplomáticas con los gobiernos sudamericanos. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, rechazó enérgicamente lo que calificó como "amenazas directas" de Trump, quien llegó a tacharlo de "líder del narcotráfico".
"El mar Caribe no tiene nada que ver con el comercio de fentanilo", declaró Petro en una comparecencia televisada, sugiriendo que el verdadero objetivo de Trump es "el petróleo de Venezuela y Guyana". Aseguró que muchas de las víctimas "son pescadores" y denunció la violación de la soberanía colombiana y el asesinato de civiles. En un gesto desafiante, invitó a Trump a viajar a Colombia para "ver cómo es que se incauta cocaína sin matar gente".
Por su parte, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se burló del mandatario estadounidense desde el Palacio de Miraflores. Imitando lo que describió como el "lenguaje tarzaniano" de Trump, coreó en inglés: "Not war, not war, not war; yes peace" ("No a la guerra, no a la guerra, no a la guerra; sí a la paz").
La ofensiva naval, que ha unido a gobiernos de distintas ideologías en su condena, sitúa a Washington en una posición de creciente aislamiento en la región y plantea serias cuestiones sobre el marco legal de unas operaciones que, según sus críticos, equivalen a ejecuciones extrajudiciales en alta mar.