Tras concluir los dos emblemáticos fines de semana en el desierto californiano, Coachella deja un balance mixto: artistas como Danzig y Benson Boone expresaron descontento con el público, mientras Gustavo Dudamel celebró haber acercado la música clásica a la Generación Z. Sin embargo, los verdaderos protagonistas fueron los asistentes, quienes pese a desembolsar miles de dólares en entradas, hospedaje, alimentos y merchandising, regresaron satisfechos.
El festival de Indio, California, reconvertido por Charli XCX en "Bratchella" este año, se ha consolidado como una plataforma donde los asistentes invierten considerables sumas en atuendos de diseñador o creaciones originales para establecer tendencias veraniegas. Este despliegue de lujo tiene un costo elevado que, según medios estadounidenses, asciende a un mínimo de 14,000 pesos mexicanos por fin de semana.
Un dato revelador publicado por The Cut indica que el 60% de los compradores de entradas recurre al plan de pagos mensuales ofrecido por la organización, con un cargo adicional de 41 dólares (aproximadamente 900 pesos) solo por acceder a esta opción. Esta estadística evidencia que la mayoría de los asistentes carece de ahorros suficientes para cubrir el costo total del abono de inmediato, sin contar los gastos adicionales de viaje y estancia.
Estudios financieros, según reportó The New York Times citando a especialistas, muestran que muchos asistentes terminan enfrentando problemas económicos significativos al no poder completar todos los pagos, generando lo que los expertos denominan "deuda fantasma" que afecta su historial crediticio.
Este fenómeno no es exclusivo de Coachella. Billboard señala que otros festivales como When We Were Young, Lollapalooza y Electric Daisy Carnival han implementado sistemas similares para mantener sus niveles de asistencia frente al incremento constante en el precio de las entradas.
Según una fuente cercana a Goldenvoice, organizadora de Coachella, uno de los principales factores que lleva a los melómanos a comprometer su estabilidad financiera es la presión social y digital. La asistencia a festivales de moda no solo confiere estatus sino que también mejora su proyección en redes sociales, lo que lleva a muchos a endeudarse simultáneamente con varios eventos.
En México, esta tendencia también se refleja en la creciente oferta de planes de pago a meses sin intereses para conciertos y festivales, dependiendo de las instituciones bancarias asociadas a las preventas.
Coachella confirma así su doble naturaleza: pasarela de moda y tendencias para los amantes de la música, pero también fuente de endeudamiento que muchos asumen sin medir completamente las consecuencias financieras a largo plazo.