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Kanye West vende camisetas con esvásticas y cierran su sitio web

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El polémico rapero Kanye West volvió a sacudir redes y medios esta semana con una maniobra calculada para escandalizar. Durante la transmisión del Super Bowl LIX, el domingo 9 de febrero, pagó por un anuncio local que simulaba ser un comercial dental. En él aparecía sonriendo en un consultorio, pero la jugada estaba en el mensaje final: una invitación a visitar su sitio web, Yeezy. Quienes hicieron clic encontraron, en lugar de ropa o música, una provocación descarada: camisetas blancas con esvásticas negras a la venta por $20 dólares.

La cadena del escándalo El desplante no fue espontáneo. Horas antes, West había inundado su cuenta de X (antes Twitter) con mensajes antisemitas y declaraciones abiertamente pronazis, incluyendo un «Amo a Hitler» que precipitó la suspensión definitiva de su perfil. La Liga Antidifamación (ADL) no tardó en reaccionar: «La esvástica simboliza el genocidio de millones. Esto no es arte, es odio puro», denunció en un comunicado.

La plataforma Shopify, donde alojaba su tienda, actuó rápido: eliminó el sitio de Yeezy por violar sus políticas contra discursos de odio. «No permitimos prácticas que inciten a la violencia o discriminación», explicaron a NBC News. Al intentar entrar hoy, solo aparece un letrero: «Esta tienda no está disponible».

¿Estrategia o autodestrucción? West —quien en 2022 perdió contratos millonarios con Adidas y Balenciaga por comentarios similares— parece insistir en un guión autodestructivo. Tras rebautizarse como Ye, ha convertido el escándalo en sello personal, pero esta vez el costo podría ser mayor: no solo enfrenta rechazo social, sino posibles acciones legales.

Aunque se desconoce si vendió alguna camiseta, el mensaje es claro: el rapero prioriza la provocación sobre cualquier consecuencia. Mientras, sus críticos exigen responsabilidades. «Es un ciclo tóxico: él siembra odio, las plataformas lo banean, y luego reclama censura. Pero el daño ya está hecho», lamentó un analista de cultura pop.

En un mundo donde el límite entre notoriedad y necrosis mediática es difuso, West parece decidido a probar hasta dónde llega la cuerda. La pregunta ahora es quién, si alguien, podrá detenerlo.