MIDDLETOWN, Connecticut — Eniola Shokunbi, una estudiante que cursaba quinto grado en la Academia STEM Commodore MacDonough, no imaginó que su respuesta a una tarea escolar durante la pandemia se transformaría en una iniciativa estatal de 11,5 millones de dólares. Su propuesta: diseñar un sistema de filtrado de aire asequible para combatir los riesgos sanitarios en las escuelas.
Inspirada por la urgencia de mejorar la ventilación en las aulas, Eniola, hoy en sexto grado, construyó un purificador con materiales simples: filtros para horno, un ventilador, cartón y cinta adhesiva. Su prototipo, de solo 60 dólares por unidad, no solo superó en costo a los dispositivos comerciales, sino que —tras pruebas en la Universidad de Connecticut (UConn) y la validación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA)— demostró eliminar más del 99% de los virus transmitidos por el aire.
“El aire entra por los lados y sale filtrado por la parte superior”, explicó Eniola a medios locales, destacando la eficacia de su diseño. El aval científico impulsó a la Comisión de Bonos de Connecticut a financiar masivamente su implementación en escuelas públicas bajo el programa SAFE-CT (Filtración de Aire Suplementaria para la Educación), liderado por la UConn.
El éxito del proyecto llega en un momento crítico, no solo por la reciente pandemia del COVID-19, sino por los crecientes cuestionamientos a los sistemas tradicionales de climatización. Aunque el aire acondicionado es esencial para combatir el calor, expertos advierten sobre sus efectos secundarios: desde sequedad ocular y piel irritada hasta letargo, deshidratación y exacerbación de alergias o asma debido a la circulación de alérgenos atrapados en filtros mal mantenidos.
Eniola señala que su invento, al priorizar la filtración de partículas dañinas sin reducir la humedad ambiental, ofrece una alternativa complementaria. “Muchos no ven que entre ellos y las enfermedades está la ciencia”, reflexionó la joven, cuyo objetivo ahora es expandir su solución a nivel nacional.
Mientras Connecticut inicia la instalación de sus dispositivos, Eniola espera que su historia motive más inversiones en soluciones científicas simples pero transformadoras. “El aire limpio debería ser un derecho, no un lujo”, concluyó, subrayando su compromiso con entornos escolares más saludables.
Con su ingenio, la niña no sólo respondió a una tarea escolar: redefinió el futuro de la salud pública en las aulas.